LA VIDA DEL OTRO ES ASUNTO MÍO

El ser humano más que simple asociación por sobrevivencia tiene la capacidad de comprometerse con sus semejantes, la vida es una realidad que se vivencia en cuanto la relación que se da con los otros y el medio; aunque hijos del angustiante siglo XX se expresen con desesperanza acerca de la vida, como es el caso del pensador Martín Heidegger a quién le fascina la idea de muerte en cuanto posibilidad de imaginarse la nada; existen pensadores esperanzados en una existencia humana cada vez mejor.

Gabriel Marcel enuncia “solo el que ama sabe lo que es vivir”, en la dinámica propia de la evolución, la hominización se encuentra ligada a la humanización, la admiración ante las emociones de los demás es ineludible, y las acciones en torno a las vivencias de los demás nos interpelan, en el proceso evolutivo se observa específicamente en el hombre de Neanderthal, que éste realizaba un rito para enterrar a sus muertos colocándolos en posición fetal, rodeados por cúmulos de piedras.

La esperanza con el nacimiento de cada persona está en cuanto se espera el nacimiento de un nuevo hombre, que reconozca su humanidad en la de los demás, el “yo” que se encuentra en el “tu”, mientras se encuentran en un “todo”. La vida es encuentro, y este encuentro entre seres racionales da paso a creación, estamos interrelacionados unos con otros, como millones de neuronas, necesitadas unas de otras para un funcionamiento integral; por tanto la humanidad integral no puede obviar la vida de otros seres humanos, erradicar a uno de ellos implica violentar nuestra propia humanidad. Caín al asesinar a Abel, no mata a su hermano, sino se hiere a sí mismo, flagelando su humanidad, pues la vida del otro interpela su propia vida.

No somos seres aislados la vida del otro es de nuestra competencia, estamos comprometidos con nuestro ser y nuestro ser esta en el de los demás; aunque seamos portadores de una identidad propia, estamos compartiendo una misma esencia. Visto de un modo más amplio, la sociedad que no reconoce la vocación al compromiso inherente del ser humano, se encontrará posiblemente en crisis, y esto se da cuando las personas que componen la sociedad no se han reconocido como personas porque se encuentran masificadas, cosificadas y manejadas bajo impulsos generados por mecanismos de consumo, donde el tener se torna sumamente significativo.

Luego de la reflexión en torno a la vida del otro como extensión de nuestra vida, es inexcusable expresarse a favor de la existencia misma, posicionando el valor de la persona humana; no mediante contenidos programados para ser ejecutados periódicamente, sino mediante modelos de investigación eficaces que coadyuven al análisis antropológico para propiciar un dialogo eficaz.

Se requiere derribar las barreras de estratos sociales, credos religiosos u otras escisiones humanas, para exaltar el “Ser” ante el “tener”, comprometer nuestra humanidad porque la vida del otro es asunto nuestro y solo se puedo comprender mi vida en la vida de los demás.


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