DE LA TURBULENCIA A LA ESPERANZA

En los tiempos actuales se promueve un individualismo consumista, que descansa bajo la exaltación de un el relativismo moral, estas características son inevitable producto de la modernidad que sustentó su diseño de desarrollo en criterios positivistas, donde se derriba la idea de valores trascendentales, así como la idea de razón funcional, en cuanto procure el bienestar del desarrollo tecno-económico y burocrático-administrativo, como expresa el filósofo español José Ma. Mardones. El mundo gira entorno a un planteamiento económico globalizador cuyo esquema principal es el capitalismo de esquema neoliberal, éste se distingue por el afán de consumo, y la visión desintegradora de humanidad, donde el papel del ser humano radica en el binomio productor-consumidor.

Existe un gran afán en la vida cotidiana, la sociedad actual divaga en una “liquidez”, como expresa el sociólogo Zygmunt Bauman y define esto como la falta de enlace entre puntos moleculares, de modo que desde el ámbito social, se manifiesta en el sin rumbo en el que marcha la humanidad, dejándose llevar bajo el antojo de unas manos invisibles que al estructurar la dinámica de mercado, afectan ineludiblemente todas las demás esferas social.

Este movimiento turbulento en el que se desenvuelve la sociedad actual, provoca un olvido de la humanidad de la otra persona, incluso un olvido de la propia humanidad, y por ende una desesperanza que concluye en muerte, traigo a colación el hecho de Mohamed Bouazizi, joven de 26 años, provinciano de Sidi Bouziz, Túnez, pese a tener título universitario, no conseguía trabajo, luego de vender fruta sin licencia en las calles, las autoridades le confiscaron su mercancía, ante lo que él en un intento desesperado de manifestarse, se autoinmoló el 17 de diciembre del 2010. Hoy día las llamas continúan encendidas, y se manifiestan de múltiples maneras.

Esta agitación social crece día a día, ya que las injusticias, las desigualdades son cada vez más palpables, el esquema económico no ha surtido el efecto esperado, no es posible pensar en un capitalismo solidario, ni en un neoliberalismo que al llenar su copa alimente a todos los pobres del planeta. El capital ficticio tiene al borde del colapso a grandes potencias económicas europeas, mientras en Latinoamérica y África se acentúa cada vez más la miseria, según expresa ampliamente Wim Dierckxsens en su obra “Siglo XXI: crisis de una Civilización ¿Fin de la historia o el comienzo de una nueva historia?”, nos encontramos inmersos en una crisis con muchas facetas, a esto el autor lo nombra Crisis de la Civilización.


Sucede que habitamos una sociedad de la desconfianza, las personas caminan temerosas, prefieren callar y uno que otro afiliarse a movimientos reciclados de pensamiento, el silencio de sus palabras los encadena al adormecimiento, al olvido de sí mismos, ante esto es necesario un despertar de la conciencia, dar un golpe de estado a esta sociedad de desconfianza, más que una utopía es una obligación, debemos pues dejar de vivir con el sentimiento de inquilinos en nuestra propia casa.

En el marco costarricense, las manifestaciones de arroceros, médicos, educadores, transportistas, y de los anónimos, son el resultado de la indignación que recorre como un fantasma el pueblo, la ingobernabilidad como excusa de inoperancia gubernamental agobia a todas las personas que no comprenden como un puente no logra arreglarse mientras estadios se construyen en tiempos vertiginosos, quizás un poco de sake pueda ablandar la mente de algunos, pero el hambre de muchos no se puede aplacar solamente con un 14% de IVA.

Un giro de la indignación a la acción es lo que se requiere, el establecimiento de espacios de diálogo donde poder compartir inquietudes e indignación para generar planes de acción, desde lo comunal, desde lo específico, procurando alianzas con otros indignados que más que un simple cliché, no hay que olvidar que son persona. El aparato estatal debe estar al servicio de la sociedad en general, sin embargo ante la inoperancia no se debe desfallecer, los centros comunales de reflexión-acción es una propuesta para pasar de la turbulencia a la esperanza.

No se puede confiar en un Mesías entrevistado desde Europa, se requiere indudablemente de la acción articulada de todos nosotros, los que componemos la sociedad.

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