Defensoría de los habitantes, un paliativo rumbo al cambio

Esteban Josué Beltrán Ulate

Los aparatos del estado para el correcto funcionamiento de una útopica democracia que parece nunca concretarse se vuelven indefensos ante la corrupción que generan los personajes que los componen, en el ejercicio de las estructuras del estado las personas se tornan en la mayoría de los casos siervos menguados, manipulados por el sentimiento de poder entorno al poder intangible que generan los cargos en la piramide alienadora y deshumanizadora de los sistemas economicos que dirigen a los hemisferios de esta aldea global que se torna cada vez más cosificada.

Se ha despertado en Costa Rica una neo-oligarquía, mientras la educación duerme bajo el murmullo que sigue extendiendo su letargo a nuevas generaciones, de las cuales se logran escapar solo unos cuantos. Instituciones en nombre de falso alimento para el alma, continuan su labor con un opio de siglos manipulando consciencias. Los medios de comunicación en muchos de los casos se han puesto el traje y con su mascara preparan espectaculos sobre el escenario de la realidad.

Bajo las circunstancias que envuelven el juego, no podemos obviar que es necesario un proceso de reflexión-acción. Es inconscebible esperar que desde la estructura gubernalmental surjan las respuestas inmediatas al cancer que corroe el estado que conformamos, es solo en el compromiso y la labor desde el nucleo social, que se logrará un cambio radical, no a modo de revolución sino a modo de evolución, atendiendo a las voces de los intelectuales orgánicos, en pos de una verdadera consolidación de una sociedad de la persona, una persona integral, autónoma, en vocación al compromiso con los demás y encuentro en el rostro del vecino, que es esencia misma de mi persona.

El artefacto denominado como defensoría de los habitantes, parece que ha sido un puesto manipulado por los mismos que ostentan el poder, es hora que la población costarricense demande ese puesto, que si bien es cierto no curara el cancer que corroe al estado, debe ser al menos un paliativo mientras surge, un verdadero cambio desde las pequeñas comunidades, desde cada mesa de conversación que se genere en torno a la necesidad de un cambio sustancial.
La decisión de la persona que ocupará el puesto de Defensor de los Habitantes, recae sobre unos pocos que ilusamente creen ser los voceros de toda la población que conforma el estado de carne y hueso, mismo que tiene hambre, y se siente violado ante tanta corrupción. Estimado lector, el papel de defensor de los habitantes no recae sobre una persona que a la postre puede ser la simple carta de un partido político de tradición, la labor de defensor de los habitantes recae sobre cada uno de nosotros, mismos que componemos el estado, pero que curioso sería que en vez de un candidato uniformado con los colores de un partido político desgastado, o un simple rostro agradable que se vende en los medios como mercancia de consumo, estuviera al frente de la Defensoría de los Habitantes una persona que haya vivido en carne propia el hambre, el frío, el llanto de los vecinos que ven morir a sus hijos en las drogas, una persona que desde su infancia quejumbrosa, permanezca perennemente buscando un crecimiento en su micromundo que genere en beneficio del hermano ser humano, uno que sea diestro en el campo tan complejo y engañoso de las leyes que manipulan la justicia, uno que realmente sea capaz de sentarse con el desvalido y la prostituta, y represente la voz de muchos, sin que se olvide de que en su voz descanza el clamor de muchos que no están, y muchos que han de llegar. Todo esto mientras llega el verdadero cambio, uno en el cual no será necesario un asiento para un defensor de los habitantes, pues cada ciudadano será defensor de los habitantes mientras camina por las calles.


Defensoría de los habitantes, un paliativo rumbo al cambio. Beltrán E. Nuestro País, (www.elpais.cr), Opinión. Lunes 24 de agosto, 2009

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