Las piedras hablan cuando nosotros callamos

Esteban Josué Beltrán Ulate
ebelula@hotmail.com

La gran herremienta del lenguaje se ve destituida por la simple animalidad homínida de las masas, el ser humano olvida que puede dialogar y se enfrasca en una simplista visión de la vida, la agresión es el modo de expresión, la irrupción en el espacio de los demás que es mío también pero que debo respetar se ve violentado, los gritos no de emoción sino de euforia por la gresca son comunes en estos casos, no existe creatividad, ni comprensión, todo se oscurece en un mundo que parafrasenado al autor británico Tolkien calificaría como el submundo de los Orcos.

La movilización de las masas incoscientes da como paso agitación, que resuelve en la cadencia disonante de la destrucción, los jardínes de la educación se ven brutalmente violados por gorilas cubiertos de ropas antiplomo, ¿por qué lo hacen si en este jardín se cultiva el conocimiento?, ¿será que los girasoles son peligrosos?

Por supuesto que los girasoles son peligrosos, pues buscan la luz del sol, la llama del conocimiento, y en un mundo oscurecido por el tener, y la violencia del poder, cualquier intento de conocimiento es peligroso, los reyes siempre han temido a los sabios por eso se resguardan con los magos, se pretegen con ejercitos, pagan una que otra vez mercenarios, y realizan alianzas con otros reyes.

Las piedras hablan cuando la humanidad olvida dialogar, la sangre cubre las calles, adrenalina corriendo por los labios, todos luchan incluso los que no saben porque estan luchando, rostros mirandose unos a otros sin importar sus historias, sus anhelos, sus familias. Muchos aguardan en las casas esperando ser absorbidos por la terrible realidad del entorno, la naturaleza se comueve de la batalla, y mientras cae la tarde, unos limpian sus manos cubiertas de la sangre del otro, y cavilan en el próximo encuentro. Niños y niñas aguardan silenciosos en los corredores temiendo que gorilas atraviesen el umbral de sus juegos.

Agitadores incitan una transformación, peligrosa situación, pues las flores pueden tornarse en flechas de fuego cruzando la ciudad, extrañas esferas de gas aguardan en manos de aquellos que en un principio deberían proteger, sin embargo este no es el camino. El ser humano olvida su humanidad y se comporta como cavernicola, olvida su esencia y se transforma en agresor que protege su espacio. La humanidad cierra los labios y deja que las piedras hablen, yo las he escuchado y no hablan de paz.

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo expresa Wittgenstein, dejar de hablar implica una limitación importante de mi mundo, una reducción a la simple animación.

¡Que callen las piedras, pues la humanidad necesita hablar!

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