Educación para todos

Resulta inevitable advertir la carrera mercantilista en torno a la educación, ésta no vista como el educare o exducere de tiempos de antaño sino más bien como una simplista dualidad de oferta y demanda al servicio de grupos minoritarios que ostentan grados de poder en base a la plusvalía capitalizada, en esta realidad extendida en la mayoría de centros de educación superior no existe el menor interés en un beneficio a largo plazo para la sociedad, sino en una inmediatez que responda a la demanda del mercado.

Solamente el año pasado el 11% de los colegiales desertó, según datos del Ministerio de Educación Pública, de los restantes ¿cuántos tendrán posibilidad real de ingresar a una institución de educación superior?, y más aún ¿cuántos de ellos llevarán a término una carrera universitaria?. Los estudiantes de secundaria en la mayoría de los casos no se encuentran preparados para alcanzar la puntuación necesaria en una prueba de admisión, ya que la preparación en secundaria no alcanza para tanto, los conocimientos generales en la mayoría de los casos va en decrecimiento, pues la información en exceso producto de una globalización tecnológica reduce la capacidad de análisis y posterior síntesis, en personas que no están acostumbras más que “aprender haciendo”, “construyendo conocimiento”, “elaborando proyectos a la libre”, y por su puesto teniendo más espacio para un ocio maligno, pues no son capaces de cautivarse con una flor, ni de descubrir las bestias ocultas tras los molinos de viento.

La realidad que se nos presenta no es alentadora, la sociedad costarricense fundamentada en familias disfuncionales, ahogada en una incertidumbre debido a las fluctuantes informaciones en torno a crisis y salida a la crisis, (ya incluso muchos han llegado a creer que el término crisis entro en una crisis conceptual), actos de violencia para combatir violencia, y una dirección en base a mano dura por un lado e inteligente por otro lado (aunque esta sea la mano que esta metida en la bolsa del saco, pues resulta una inteligencia poco cognoscible), nos encontramos como nación en un pedestal que nos hace lo necesariamente desarrollados para ser de beneficio a países del primer mundo, pero lo suficientemente débiles para no llegar a subir a ese puesto.

En este contexto la educación es el arma ideal en un pueblo de libertad de expresión y democracia envidiable, para la concreción de una civilización humana integral, sin embargo existe un lobo oculto tras los árboles que atraviesa el sendero lanzando piedras entre los matorrales para que caperucita roja se desvíe de su camino.

Continuando con el mercantismo universitario, parece que la idea de la mano invisible que guía al mercado ha sido trasladada al campo de la educación superior, en nuestra nación existen más de 50 universidades privadas, ofertando a distrae y siniestra carreras, ¿no sería conveniente que existiera un ente planificador y regulador que establezca un índice de demanda para diferentes carreras?, o será correcto a dejar a la libre, que se sigan ofertando carreras aún sin que estas sean de necesidad inmediata para la sociedad. Quizás se ha desvirtuado la idea de Universidad como la universalidad de conocimiento, centro de ciencia y sabiduría donde se promueve el conocimiento científico a través de investigaciones y nos encontramos en una realidad donde no son al menos visibles estos hechos, en la mayoría de los casos. Ahora como un medio de categorizar el flujo incesante de títulos universitarios, aparecen entidades que se encargan de acreditar carreras universitarias, agregando un ingrediente más a la competencia entre centros de educación superior.

Obviamente todo esto responde a la libre competencia de mercado en un sistema que te da espacio para ir delante del otro, no así cooperando con tus iguales, en el fondo el sistema capitalista impulsado por políticas neoliberales no es más que una careta sobre el rostro, misma que no te deja encontrarte con la humanidad de tu prójimo y por tanto no te permite encontrarte contigo mismo, pues en la dinámica cosificadora de la competencia al no encontrarse el ser humano consigo mismo reflejado en otra persona, se halla aislado, se percibe así mismo como un individuo, parte de un gran engranaje donde no logra admirarse ni descubrirse y por esto se cree simple ser objeto, y por tanto busca inútilmente encontrarse en las cosas, allí donde su humanidad no se puede reflejar.

Las universidades deben tornarse a su origen primario, centro universal de conocimiento donde tanto la docencia como la investigación vayan de la mano en progreso y beneficio de la sociedad, a través de una democratización de la educación donde todos sean parte del proceso según sus capacidades, donde la acreditación no venga simplemente desde afuera sino desde adentro, en base a las experiencias y aportes en el campo tecnológico, social, ético y científico en beneficio de la sociedad.

Que cada quien se desempeñe en el campo laboral que así pueda según sus capacidades, ya sea en el campo técnico o académico, que las empresas generen espacios para la educación continua en el área que sea, quién puede negar a una costurera que sea violinista, o a un maestro de escuela que conozca al menos lo básico de aerodinámica, el ser humano es un ser de innovación, es un ser creativo, erróneo es pensar que el ser humano es un individuo determinado por una vocación para desarrollarse laboralmente durante toda su vida, delimitando su campo a un solo ámbito de acción.

Educación sierva del mercado, siempre así mientras no exista un cambio en las personas que así lo quieran, educación con todos y para todos. El saber no se capitaliza, la sabiduría es un legado de la humanidad para ser entregado a la humanidad, quienes pretendan limitar la verdadera educación están violentando los derechos de quienes nos precederán. Pasando del joven, por el obrero de la fábrica hasta llegar a los adultos mayores, la educación superior ha de ser de extensión a todo aquel que la solicite según sus capacidades, donde no medie el interés económico, sino el afán por la construcción de una sociedad desarrollada intelectualmente.

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